ni con recrear fantasías en la estela de otro sueño.
Acércate al sigilo de mi cuerpo
¡quémate en las llamas que inflaman deseos
dedícame el susurro que emana de tus besos
e implanta tu esencia en las humedades de mi océano!
Te espero agonizando en mis propios empeños...
Ven ataviado de entregas liberadas de dueños
¡quiero someter tus quimeras a la condena de mis dedos
que son los que palpan el éxtasis entre la apetencia de unos versos
sacrílegos de la cordura y ataviados de vesánicos pensamientos
que solo transitan lujurias en jardines y desiertos
mientras estas manos se extravían entre el abundante caudal de tus aguaceros!
Y no menciones al tiempo
ni a las cicatrices implantadas en tu pecho.
¡Déjame que te arrolle con mi consuelo
dándome sobre tus carnes, como doncella de hiel y anhelo!
Aquí y ahora...
Luego, ¡ya veremos!
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