Nada sin tu beso
ni sin el tibio amanecer entre tu alcoba
¡Nada sin la sutil rozadura del sentimiento
que aún en nuestros valles mora,
nada sin el fulgor estrepitoso de tu fuego
que derrama lava sobre el núcleo de mi congoja,
nada sin la bravura tórrida de tu aliento
en cada párpado que triste, llora,
nada sin pestañear otro crepúsculo sobre tu pecho
entre las vertientes que pronuncian otra discordia
para ahuyentar corazón de pálpitos sin demora
en estos esponsales adscritos a la misericordia
de que todo sea amándote, en la esfera diestra del ahora!
Nada sin el bálsamo de tu aroma
¡ni sin el soslayo de un alma agónica!
Nada sin la luz de otra aurora
¡ni sin los gozos que exprimimos en la sombras!
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