Navíos transeúntes de mis soledades
que surcáis los arrroyos de recuerdos
¡volcad sobre este pecho la llave
que me redima del elixir de sus besos
pues vivo sin él y por él muero,
pues soy cautiva anónima de la voz de su silencio
aguantando tempestades en pleno desierto
y arideces insípidas con el roce de otro cuerpo!
Navegad los crepúsculos de mis inviernos
eternizados en la escarcha de una mirada sobre el tiempo
obturada tras la dispersión de su aliento
y quizá yerta, esperando su regreso.
Ay dolor punzante del sentimiento,
¡déjame una aurora para volar sobre otro cielo!
Y me alejo...
¡Y aún te siento!
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