Con el paso de los años, me he dado cuenta de que tener una autoestima elevada puede salvarte de muchísimos apuros en la vida y, de que reforzarla diariamente, debería de ser una obligación para saber coexistir con todos los "males" inherentes a la época actual. Quererse a uno mismo, respetarse, valorarse, cuidarse... es la fórmula más eficaz para afrontar cualquier situación por complicada que sea. Tema aparte es la humildad, la modestia, la sencillez. Hay quien sabe escribir bien y se lo cree. Hay quien sabe cocinar bien y se lo cree. Hay quien sabe hacer la "o" con un canuto y, por supuesto, se lo cree. Pero no solo se lo cree y presume de ello, sino que alardea de sus cualidades de un modo que "desprestigia" las de los demás. No soporto ese orgullo, esa fatuidad...esa soberbia. Y menos en un artista, en una persona que muestra sus dotes a un público cualquiera. Lo detesto. Por supuesto que una elevada autoestima no está reñida con una buena dosis de modestia. Y ni toco el tema del cuidado de la imagen personal, la impresión que estas personas provocan en mí (y en gran parte de las personas que valoran sus aptitudes). Especialmente repulsiva me resulta esta arrogancia en el mundo poético. No concibo la palabra "poesía" con petulancias derivadas de un ego exacerbado.