Ya no puedo oler ese perfume inconfundible de tu piel
ni asir tus manos morenas para confundirlas con las mías.
Ya no puedo sentir el roce de tu cuerpo
ni esas caricias desmedidas
que agitaban mis deseos más prófugos
para reconvertirlos en lujuria enfurecida.
Ya no puedo tenerte en mi regazo
ni tapizar tu cabello con besos agoreros de un amor infinito.
Ya no puedo gozar de tu tibia presencia
ni de esas noches cautivas bajo la sensualidad de otra luna nueva.
Ya no puedo llegar hasta el lugar donde te encuentras y,
tan sólo,
el naufragio del recuerdo me hará sentirte dentro de mí
penetrando en mi puerto como la vez primera.
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