En este preciso instante,
desearía que mis ojos se cegaran,
¡Que enmudeciera mi garganta,
que mis tímpanos reventaran,
que mis manos se quebraran
y que me alma se derrumbara
sobre la permanencia inexorable
de esta angustia me que abrasa!
Y tiemblan estos dedos
al dar forma a unos versos heridos,
sin tener siquiera la certeza,
de si es mi propio epitafio lo que escribo.
No deseo los vestigios de un recuerdo
que enterré entre trazos de hilo fino...
Si escapó tu imagen entre los pliegues de mi lecho,
¡Que muera mi vida en la fatiga de este delirio!
En este preciso instante,
no sé si soy la reencarnación de un sórdido alarido,
o si simplemente existo.
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