La mirada se cerró
entre el gemido de la noche.
Enloquecí en la furia desmedida de mis emociones,
¡Estrangulé la locuacidad taciturna de antagónicas sensaciones,
sobre un páramo dañado por la fragilidad de dispersas ilusiones,
que yace en la angostura desértica de un lugar sin nombre!
Y la voz se apagó
cuando penetró otra aurora.
Asesiné mis ansias torpes de lucha,
¡Disolví mis sueños con tenacidad motora
y catapulté la sonda de mi risa,
entre la solubridad oscura del ahora!
Y mi cuerpo se derramó
cuando el crepúsculo entonó su propia oda.
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