Te hallé flotando en la desidia
y te adormecí sobre la candidez de mi pecho.
No tienen dirección ni rumbo mis anhelos,
sino es en la clandestinidad de nuestros besos,
que se enredan y se desnudan con el ímpetu del viento,
para acumularse en una llama incandescente de placeres descubiertos.
Me miras y te adueñas de mis sentidos.
Me hablas y enmudecen con sigilo
esos leves temores que se enervan en el idilio
de dos cuerpos consumiendo sus peculiares delirios,
entre sábanas húmedas que sellan el designio,
de una piel que se disuelve
si sustraes un "adiós" de entre tus labios enjugados
en la patente de mis arrítmicos latidos.
Me tocas y abstraes los versos que escribo
para dar forma a una composición alocada,
sin pausa ni ritmo,
entre la discordia absoluta de un tiempo impreciso.
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