Desnuda

Siénteme
y no te cuestiones más mis besos.

Derrochando aflicciones y lamentos
me acerqué,
con la mirada encendida en mi personal duelo,
con la huella perdida en los vagajes abandonados
de un arduo desierto,
con los brazos encogidos en la desidia
de un recuerdo incierto,
que propulsaba mi furia interna
hacia la profundidad de tus anhelos.

Y llegué a tu pecho,
¡Y enjugué mis labios secos
entre el almíbar de tus deseos,
entre la salinidad que se escurre por tu cuello,
entre la cavidad estrecha de un susurro ebrio
hasta perecer,
exhausta de placer y preñada de fuego,
en el manantial ansiado de tu sexo
que da rienda suelta a sus fértiles aguas
para inundar a este alocado cuerpo!

Y ahondé entre rimas, adjetivos, sustantivos y verbos
para cultivar unos malogrados versos,
que hoy se anidan y solidifican en unos quehaceres nuevos
para rogarte que me sientas,
desnuda de miedos,
sin cuestionar la veracidad de mis besos.