Me pides que entierre mis dudas
y emergen nuevas preguntas.
Te agarré a la solidez de mis pasiones,
a la latitud de mis sensaciones,
a la altitud de mis emociones,
al volumen de mis decepciones...
Te mantuve sobre el regazo cálido de mis brazos
y te canté en el pentagrama de mi piel,
sin ni siquiera interrogarte con un "cuándo",
ni buscar más explicaciones con otro "porqué".
Y ahora acallas con premura mi voz
ahogándome en el silencio de mi alma.
Es cuando emergen nuevas preguntas
mientras que me pides,
inexcusable,
que entierre todas y cada una de mis dudas.
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