Sonreía abiertamente a la mañana
y yo no era capaz de desprenderme de su mirada.
¡Ojos que traspasan
los límites impuestos por la nostalgia,
las barreras trazadas por la premura
de un tiempo que subordina a la prisa su calma!
¡Mirada que escanea
la totalidad de mis entrañas,
la frugalidad de mis andanzas,
la calamidad lánguida
de unos ojos que naufragan
en una sonrisa abierta
que se confunde con el advenimiento de otra mañana!
Y besos que se esclavizan,
obnunilados,
entre las cadenas que me embriagan
en el embrujo indescifrable de una mirada.
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