y duermo en el litigio de tu cuerpo.
Sedientos mis labios cabalgan en la sombra
buscando un simple halo de aliento,
un beso salpicado de pasiones rotas
en la inequívoca dirección que me conduce a tu lecho.
Tiemblan mis párpados en la distancia corta,
bajo el mínimo impenetrable de mis sublimes anhelos;
tiemblan la manos,
¡Se eleva lentamente el surco de mi boca
para sellar sobre tu pecho otros versos,
otras fantasías locas,
otros fatigados pero ardientes besos
que te buscan, irrenunciables al silencio,
entre la letanía irrevocable de un añorado recuerdo!
Y maldigo esta soledad que cautiva todos y cada uno de mis sueños
a la posteridad innegable que se recrea caprichosa,
entre los designios codiciados en mi desidia
por el transcurso inabarcable del tiempo.
Pernocto en el auxilio de tu boca
para guardar vigilia arriconada en la cuneta de tu sendero.
Espero...
Te espero.
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