Albores

Inventé la historia que no tiene nombre
y trabajé el guión de mi película sin productor ni actores.
Hice de la ilusión una realidad impermeable envuelta en un sobre
que, sin remitente, deposité en el buzón de un mañana carente de sabores.

Nombré a la soledad como la instigadora de desazones
y no vaciló en adueñarse, presurosa, de deseos contemplados desde los balcones
y de risas desplazadas entre vientos de obsoletos amores,
quebrándose todo en el vacío imperecedero de un guión sin productor ni actores.

Embustera esa realidad envuelta en un sobre,
¡Maldita soledad ladrona de proyectos e ilusiones,
como maldita sea una inventada historia sin protagonista y sin nombre
en el recuerdo abstracto de quimeras rociadas con un aroma de hombre!

Hombre que disuelves con tus dedos la semilla de mis dolores,
¡Hombre que alimentas mi llanto entre la miel de tus flores,
hombre que mitigas este desconsuelo entre el aplauso de unos colores
que hoy paladeo embriagada en el placer inconmesurable
mientras ruedo la película
de la cual escribo el guión, elijo al productor y señalo a los actores!

Invento la historia que lleva nuestro nombre
y trabajo en el film de mi vida, con un beso engendrado en incipientes albores.