En esta apuesta
no hubo ganador ni perdedor,
porque las verdades permanecen más allá del dolor,
después del olvido,
tras la agonía de sepultar sentimientos abatidos,
¡Tras la inocencia de ocultar lo que se ha querido
en orgullos improrrogables y falacias sin sentido!
Fatigada se escuece mi alma,
¡No existe el tiempo si no es el abismo
de recuerdos dilapidados y abrazos carcomidos
que azuzan el prolegómeno de anclar huellas sobre otros caminos!
Extasiado yace un corazón herido,
¡Desguazado en la nostalgia de quien ama sobre un cauce de limón y vino,
que esparce dolores y riega delirios,
en una apuesta clausurada sin vencedores ni vencidos!
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