un crepúsculo anaranjado que sucumbe a nuestros deseos,
una luna espesa y radiante que atisba nuestros antojos
y una inmensidad clandestina donde sofocamos espontáneos anhelos.
Es injusto el tiempo cuando hay tantas mieles que saborear
en paladares vírgenes de recelos,
¡Cruel se torna la distancia cuando existen tantas flores por cosechar
en jardines fértiles y hambrientos!
Ay amor,
cómo te recuerdo azotando la hoguera de mis carnes,
depositando tu aliento sobre estas nalgas desnudas para tu deleite y mi éxtasis,
sembrando mariposas agitadas en los lares de mi vientre
y desahogando el orgasmo de tus labios y de mis labios,
de tu piel y de mis nieves.
Existe un eterno amanecer ante nuestras miradas,
un triste transcurrir existencial para detenernos y observarnos.
Un equipaje repleto y vacío entre la humedad de mis sábanas
y una rosa encendida en otro horizonte que nos hace esclavos.
Esclavos el uno del otro,
esclavos en el pacto de tus dedos y de mi sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario