Mirándote,
me pasaría la vida entera mirándote,
si bien el tiempo no fuese verdugo de nuestras carnes,
si bien mi piel no se hubiese esculpido para tocarte.
Besándote,
aplastaría dudas y lamentos besándote,
si bien tus labios merecen el descanso del viento,
si bien mi boca engulle complicidades íntimas con el silencio.
Amándote,
daría lo poco y lo mucho que albergo amándote,
¡Amándote entre noches locas y pausadas,
amándote entre auroras lentas y agitadas,
amándote en mis tristezas y mis ansias,
amándote en tus dolores y labranzas,
en la comunión eterna que enlaza a dos almas,
en la discordia del ayer y la incertidumbre del mañana!
Sintiéndote,
sintiéndote rociando de besos mi calma,
¡Sintiéndote en el aullido salvaje de otra luna solitaria,
en la candidez abrumadora de tu plácida mirada,
en el arrullo de tu pecho sobre estas exiguas palabras
que desisten en su ahínco de recrearte en estériles versos mutilados en la nada!
Pensándote,
en la catarsis acuciante de otra huérfana madrugada.
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