Nuestros cuerpos se tentaron
en un amanecer ebrio de placeres,
en el duelo de dos lobos encarnizados
para deleitarse con el manjar que chorreaba por nuestras pieles,
¡Por la carne y la brisa que cobijaron
gemidos de clímax y sudores de éxtasis,
besos compartidos y robados
en los resquicios de aromas y mieles,
en los albores de unos senos agotados
sobre la arritmia de unos pálpitos ardientes,
en la sobriedad de un lecho sólo silenciado
por el desliz protagonizado entre tu aroma y mi vientre!
Nuestros cuerpos se tentaron
en cálidos fuegos de Oriente,
mientras que dos lobos engullían
el apetecible manjar que culminaba en la inevitable fusión de mi piel con tu simiente.
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