Perdona cada espina apostillada sobre tu piel,
perdona cada verso intoxicado de mentira,
¡Cada palabra escrita entre sangre e hiel
y cada estrofa que flaquea en cadencia y rima!
Perdona los momentos que guardé
anquilosados en la penumbra de aquella esquina,
¡Perdona las horas en las que al tiempo interrogué
y el mutismo de estos labios cuando socorrías mi compañía!
Perdona al silencio por adueñarse de tu reposo
porque es justiciero y verdugo de anhelos y heridas,
¡Perdona a los luceros obstruídos y los claveles rotos,
las hortensias despintadas de sonrísas,
la caricia que escondí entre un eco sonoro
de nuevas fragancias y amores que hoy germinan!
Perdona si no te dí lo que no tenía
porque soy mujer de mirada ebria y lágrima clandestina
que no sabe amar en la distancia ni derramar sus ansias en esta perenne lejanía.
Perdona los días robados en la zozobra de tu guarida.
Perdona a este corazón gélido que late en una prolongada arritmia.
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