Consejera soledad

Cuando la soledad era la única consejera
de estos pasos agotados en el disturbio de su caminar,
de esta boca remojada en huérfanos desiertos de arena,
llegas tú, como agua pura y fresca de un nuevo manantial.

Cuando el silencio era el justiciero de palabras que quedaron por pronunciar
en esta garganta herida de melodías ahogadas en su cantar,
en versos descompuestos y rebeldes a la rima y el compás,
llegas tú, dibujando colorida poesía enamorada de los recitales de un juglar.

Miénteme si me desnudo y no existen deseos que saciar,
si por mis carnes fértiles no quieres viajar ,
miénteme si te acaricio y no quedan huellas sobre tu faz,
¡Si los besos que te regalo no aceleran tu palpitar,
si las amapolas de mi campo no olfateas con sabor a mar...
Miénteme si en mis huesos no hallas la resistencia que sostenga tu transitar!

Porque llegaste cuando sólo escuchaba la caricia de la soledad.
¡Miénteme en la sombra, si entre mis brazos exploras vertientes indóciles por conquistar!

Pero miénteme...