Tormenta sin trueno

Aquella mirada detuvo mis pasos
en los aguaceros turbulentos de tu pecho,
en las cadenas robustas de amaneceres y ocasos
buscando guarida en la insoluble permeabilidad de tu lecho.

Aquella mirada suspendió mis actos
en vagos circunloquios sobre la llanura de tus besos,
en débiles armas maniobreras de silencios...
Aquella mirada elevó ansias hasta la medianía de un tibio cielo.

Y hoy soy el mendigo solitario de unos ojos negros,
la gaviota soñadora que se alimenta de tu recuerdo,
la brisa alocada entre las marañas del tiempo...
Por aquella mirada, lloran desconsolados unos párpados yertos.

¡Dame de tu vida un trozo roto de firmamento,
los escombros del equipaje que arrojas sobre el suelo,
dame de tu boca un hálito de aire expirado y muerto
y el salitre resbaladizo que emana y se extingue entre tu cuerpo!

Por aquella mirada bauticé mi condena de amarte en secreto.
Por aquella mirada ahora soy la tormenta estival que grita y abronca su ira sin lluvia, rayos ni truenos.