Esta silueta amorfa que nos observa
es testigo prófugo de pasiones encendidas,
de apetitos libidinosos consumados en la hiedra
que embrolla lisonjas dulces y agriadas heridas.
Este viento camuflado en el acorde de una tenue melodía
es la cadencia de mis muslos recreándose en tus manjares,
los flujos desgajados de bocas famélicas y abatidas
en el surco hechicero de tu cuerpo y la intrépida ola de tus mares.
Ese hueso incautado del esqueleto de mis andares,
es la pericia de tus dedos ensortijando besos y ansiedades,
es el sepulcro usurero del silencio duplicándose sobre mis carnes,
la comparsa festiva de fusiones ávidas e inevitables.
Y transfiguras tu rostro entre el atavío del transeúnte de mis calles
cuando una silueta amorfa suspira vehemencias y exhala lágrimas de sangre.
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