hay lluvia en mis párpados cuando sacudes tus aguaceros,
estíos prolongados en los jardines de aromas y claveles,
aullidos fúnebres entre barreras infranqueables de acero,
versos atornillados sobre el veneno de una serpiente.
Inevitablemente,
hay canciones melódicas en mis brisas cuando cancelas tus desdenes,
flores pardas conjugando enjambres y cascabeles,
auroras despejadas en mis cumbres y vertientes...
Inevitablemente,
hay cortejos encelados en la flora de limones y mieles
cuando saqueas la vendimia repoblada sobre mi vientre.
Inevitablemente,
acaudillas mi tiempo con el chasquido de tus sienes,
¡Tiemblan mis carnes fantaseando el tránsito insensato de placeres
por los abismos excomulgados de sornas y llagas incandescentes!
Inevitablemente,
soy la gota nebulosa o transparente
del salitre que dimana por tus poros cuando ganas la partida y cuando la pierdes.
Inevitablemente.
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