Canta el viento los desdenes del engaño,
la discordia soberana entre nuestras pieles,
los ecos de la nostalgia suspirando
en la subordinación de salitres sobre pliegues.
Devuélveme las sonrisas rosáceas y los pinceles,
las gotas cálidas de almíbar y también las frías de mis nieves.
Devuélveme la aurora sempiterna y los días de hambrunas y bienes…
Devuélveme la sangre de la hemorragia turbia en la sorna de tus claveles.
Cantan los párpados sueños huérfanos y paladares sin mieles,
los llantos divorciados de pañuelos absorbentes
que estrujan la lluvia amanerada y los soles de atardeceres
en la insidia de tu nombre, acorralado entre uñas afiladas y calumnias de placeres.
Devuélveme el despido de ecos pululando acordes de muerte
que mis piernas ya no yacen en la coyuntura abierta de un corazón inerte.
Devuélveme.
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