Me salpica la savia sustanciosa del deseo,
los rumores sugestivos del eco de tu boca,
la mirada seductora en el preámbulo del coqueteo,
los jabones candenciosos impregnados en mi ropa.
Sáciame de besos en las lindes de esta alcoba
que aclama un pujante desenfreno de cópulas y arrebatos,
contágiame del perfume de tus arrecifes y el agua de tu costa
que resbala despaciosamente entre fogatas y estratos.
Soy esclava de tu carne e indigente devota de esos labios
deslizándose bulliciosos sobre la amalgama de besos famélicos,
soy ardor e incendio extendido y azotado
en la combustión primeriza de cuerpo sobre cuerpo.
Y derramo los bochornos de acicates tórridos y alocados
sobre la fragua ígnea y deleitosa exhalada en la frontera de tu sexo.
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