Hay cosas que están destinadas a "no ser" desde antes de forjarse, más allá del escepticismo inherente a mi persona en muchos aspectos de la vida. Las relaciones interpersonales, de por sí, son sumamente complejas si nos ceñimos a un contexto donde haya un contacto directo con la persona con la cual interactuamos en ese preciso instante. Y si extrapolamos esta complejidad a entornos abstractos o poco precisos como son los que nos brindan actualmente las redes sociales, más de un fracaso en la comunicación está asegurado. Ya casi me abstengo de añadir, a todo ello, un componente de índole "sentimental". Sin duda que hemos ganado en muchas cosas, sobre todo en simplificarlo todo de una manera abismal e insospechada. Pero la "magia" que delimita a cierto tipo de relaciones, no se puede simplificar. La magia, de por sí, es un concepto que obedece a contextos muy bien delineados y precisos. Yo, todavía, creo en ella. Creo en la magia de verdad, en los estallidos de pecho y placer... en esos momentos ocupados por personas capaces de hechizar toda tu vida simplemente por el hecho de ser o estar. Y pienso que esta reflexión no obedece tanto a recelos y criterios propios como al fluir de la propia naturaleza.